VIAJE A NORUEGA

La verdad es que me pongo a escribirlo algo tarde, pero en fin, me prometí ponerme al día con este blog y lo voy a hacer.

Y hoy toca mi viaje a Noruega.

Estar en una ciudad como Wroclaw, en el centro de Europa, tiene sus ventajas. Una de ellas es que hay vuelos tirados de precio que además pagas en zlotys y al cambio se reducen a 20 euros. Es decir, volamos de Wroclaw a Oslo por unos 25 euros (hay conexiones con Wizzair y con Ryanair). ¿El problema de viajar a Noruega? El precio de TODO. Siendo Erasmus polacosos acostumbrados a comer por dos euros no os podéis ni imaginar qué se siente cuando te quieren clavar 4 euros por una cerveza en un supermercado… Bueno, euros no, porque ellos siguen funcionando con coronas… ¿y sabéis qué? Les va genial.

Dormir en Noruega en un hostal-albergue normal cuesta de media unos 30 euros por noche en habitación compartida. Nada más llegar me emocioné porque en el aeropuerto había nieve (quién me iba a decir a mí que me iba a salir la nieve por las orejas un mes después). Y todavía me emocioné más cuando se puso a nevar por la noche… Ahora sé que eso no era una gran nevada, pero en ese momento lo disfruté, viendo caer los copos blancos como nunca lo había hecho.

Si en el supermercado una cerveza cuesta 4 euros imaginaos cuánto podía costar en un bar… por ese motivo, a parte de vivir a base de sandwichs cuatro días, no nos pudimos permitir salir por la noche a tomarnos nada… Como mucho nos metimos en el McDonald’s y la verdad, ¿quién paga 12 euros por un menú? Brutal. Erasmus noruegos… I’m so sorry, really, one of the worth cities to be an Erasmus!!!!!

Oslo es una ciudad muy bonita, llena de museos como la Galería Nacional donde se encuentra una de las copias más famosas del Grito de Munch, por ejemplo. Nosotros visitamos ese y el museo al aire libre de casas típicas noruegas. Precioso. También recomiendo coger un autobús y subir a lo más alto de la ciudad, donde está el trampolín de saltos, las vistas son geniales y tuvimos unas cuantas peleas con bolas de nieve.

El viaje a Noruega continuó cogiendo un tren hasta Bergen, 8 horas en el llamado ‘tren de los sueños’, con unos paisajes que para una humilde española de secano fueron latigazos, lo flipé tanto con la nieve noruega como con el desierto del Sáhara… Y Bergen merecía la pena, al menos por corretear entre las casas de colores de madera y porque desde allí podríamos coger el tren que nos llevaría hasta un autobús que nos llevaría (sí, fue complicado) a un barco que nos llevaría a los fiordos… ¿Y qué decir de los fiordos? ¿De Myrdal? ¿De Voss? ¿De Flam? Está todo sacado de un cuento de hadas, al menos de uno escandinavo, no tiene desperdicio, en serio. El pequeño recorrido del Sognefjord nos dejó con la boca abierta y medio congelados, porque os juro que me prometí estar en cubierta todo el tiempo y a los 20 minutos estaba en cabina congelada y eso que, atentos, llevaba la camiseta térmica, una camiseta, un polar, el chaquetón polaco de invierno y en las piernas tres pares de pantalones... ¡pero aún así el frío se nota! Luego cogimos el trenecito de Flam, que debe ser una pasada cuando no hay nieve y puedes bajarte para ver las cascadas (congeladas cuando nosotros fuimos) y ya por la noche volvimos a Oslo en un tren nocturno para regresar a Wroclaw por la mañana.

Y como siempre, cuando vimos Olowek sonreímos, porque volvíamos a estar con nuestra familia Erasmus.

En fin, el próximo post Berlín, ciudad futurista a la que tengo que volver, me encantó. A veces parece todo un sueño, ahora estoy escribiendo esto desde el aeropuerto de Katowice… esperando mi vuelo hacia Barcelona. Y es tan raro todo… Tan raro como lo fue despedir uno por uno a mis amigos de Olowek cuando se fueron marchando hacia sus casas durante la última semana. He sido de las últimas en abandonar el barco y no me ha gustado mucho la experiencia.

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