WROCLAW EN NAVIDAD




En Barcelona tenemos un mercado de navidad que se llama Santa Llucia y a mí siempre me ha encantado porque cuando era pequeña íbamos a comprar el árbol y las flores de Pascua… Me encantaba el ambiente navideño que se respiraba. Pero ahora quizá no vuelva a ser lo mismo… después de vivir en primera persona un mercado de navidad de los del norte de Europa no puedo comparar esos puestos tan normales de la Plaza de la Catedral con esas casitas de madera cubiertas de nieve en Rynek, es imposible.

Wroclaw tiene durante todo diciembre un mercado de navidad en la plaza central. Hay música todo el rato y puedes comprar desde souvenirs, gorros, guantes, hasta todo tipo de comida. Lo que más me gusta son los puestos de vino caliente y chocolate. ¿Por qué no tenemos de eso en España? Pagas un depósito por la taza (con el nombre de la ciudad, el año y motivos navideños) y si la quieres te la puedes llevar. Yo he hecho colección, 2 de Wroclaw, 1 de Berlín y otra de los Karpartz.

Otra de las cosas que me encantan de Wroclaw en Navidad son las luces y los árboles. Hay árboles gigantescos por todas partes y, aunque nos mareamos un poco al ver las luces de navidad a principios de noviembre al final agradeces tanto colorido.

La verdad es que no sé cómo voy a vivir sin mi mercado de navidad de Wroclaw el año que viene… sin ver las recargadas luces de Pasaz Grundwalski o Galeria Dominikanska… Tendré que irme al Corte Inglés de Huelva y quedarme unos minutos mirando a la fachada sin parpadear o algo así.

A veces (mierda, siempre) pienso cuánto voy a echar de menos todo esto. A los pájaros gigantes que te llegan a la rodilla, a las panis de recepción de la resi (incluso a las 2 bordes), a los pesados que te dan veinte hojas de publicidad en un minuto, las zapiekankas, los paluszkis, los pierogis… las mierdas de cortinas, los atascos de Grundwalska por culpa de los camiones, la chocolaterie, el stp, la voz del ascensor (MAIN FLOOR), ir a pralnia, quejarnos porque el Noname está vacío y aún así continuar yendo… mirar el reloj y temer que sean las 2 y algo, saltarme las clases de Arte (vale, cabrones, sé que me estáis leyendo: saltarme casi todas las clases…), al gimnasio más cutre del mundo… que mi compañera de piso me hable medio en polaco medio en inglés –y que nos lleguemos a entender-, recolectar mierda para colgarla en las paredes de mi habita, ir a casa bagassa al 13th floor a dar por culo, vodka + red bull + malina = muerte, las fiestas en los rellanos, las charlas trascendentales en inglés, que todo cristo de otros países te enseñe dónde vive en google maps (y que te prometan que algún día vas a ir), las cajeras del Carrefour… ¡NO, ESPERA, LAS CAJERAS NO!

¿Sabéis que podría seguir y seguir y seguir?

Y no llevamos ni 4 meses…

Esto es la hostia.

VIAJE A BERLÍN

Berlín me encantó. No sé por qué nunca me había llamado mucho la atención. La veía como ciudad indispensable por ser capital de Alemania, pero nada más. Y quizá fuera porque no era consciente de su historia, de ese muro que la recorrió, de ese contraste que nace de las cenizas del comunismo y de la guerra fría, tan cercana… Brutal.

Cogimos un tren desde Wroclaw, directo a Berlín. Para los futuros Erasmus de Wroclaw decir que podéis conseguir billetes a 43 euros ida y vuelta si sois un grupo de 6 o más personas (normalmente suele costar unos 80 y tantos). Nosotros tuvimos la suerte de contar entre esas seis personas con Nils, que como es alemán se las arregló para contactar con los tipos de la compañía de trenes alemanes y pedirles que non enviaran los billetes a Olowek por correo.

Pero claro, estamos en centro Europa, en diciembre, con nieve y la semana más fría y jodida… ¿Qué pasó? Se estropeó la locomotora y sufrimos un retraso de más de 3 horas muertos de frío en medio de la nada. Anécdotas a parte, al cruzar la frontera se empezó a oír la voz en off tanto en alemán como en inglés… de agradecer teniendo en cuenta que si avisaron de algo referente a la avería en la parte polaca fue justamente solo en polaco y ninguno nos enteramos. Y la estación central de Berlín fue como pisar otra vez suelo europeo… hay que vivir las estaciones polacas para entenderme… Sobre todo la de mi querida Katowice…

En fin, con un frío del carajo no se pudo hacer mucho, cada vez que sacábamos la mano del guante para hacer fotos me congelaba. El hostal fue un puntazo (Pfefferbett) uno de los mejores en los que he estado en toda mi vida por ese precio (unos 13 euros la noche) y encima con una habitación para nosotros solos y limpísima.

Visitamos lo más importante: Puerta de Brandemburgo, el Parlamento (por fuera solo por la amenaza del ataque terrorista), Alexander Platz, la East Side Gallery (los mensajes del muro no tienen precio), Check Point Charlie, el monumento al Holocausto, Kunsthaus Tacheles (me encantó, es una mezcla entre museo de arte y casa okupa), etc, etc. Y por la noche un amigo de Nils nos llevó a un club berlinés que me encantó, con tres salas enormes. En una de ellas había un concierto en directo de un grupo de rock inglés y fue genial estar ahí, saltando con la cerveza en la mano, viviendo la noche de Berlín. La parte negativa (aunque con lo bien que me lo pasé me cuesta verla) es que dormirse a las 5 de la mañana tiene sus consecuencias… y son perderse unas cuantas horas de turismo, cosa que odio. Pero a las 12 ya estábamos dando guerra otra vez.

No puedo dejar de mencionar ese pedazo de mercado de Navidad, con esa noria, esa pista de patinaje sobre hielo, la música, el vino caliente, la nieve cubriéndolo todo, las luces… Ya veníamos con la idea del precioso mercado de Navidad de Wroclaw pero el de Berlín en Alexander Platz fue espectacular.

Y para terminar os cuento que encontramos sin esperarlo un bar al que quiero volver (Yesterday), con una decoración genial, totalmente retro, con setas colgando del techo, mesas hechas de juegos recreativos, libros viejos con firmas de los clientes pegados en las paredes… Y música de los 70 y los 80. Genial. ¡No os lo perdáis! Está en la misma calle que el hostal.

Poco más puedo decir ahora mismo de Berlín, seguramente vuelva en Abril para seguir descubriéndola.

VIAJE A NORUEGA

La verdad es que me pongo a escribirlo algo tarde, pero en fin, me prometí ponerme al día con este blog y lo voy a hacer.

Y hoy toca mi viaje a Noruega.

Estar en una ciudad como Wroclaw, en el centro de Europa, tiene sus ventajas. Una de ellas es que hay vuelos tirados de precio que además pagas en zlotys y al cambio se reducen a 20 euros. Es decir, volamos de Wroclaw a Oslo por unos 25 euros (hay conexiones con Wizzair y con Ryanair). ¿El problema de viajar a Noruega? El precio de TODO. Siendo Erasmus polacosos acostumbrados a comer por dos euros no os podéis ni imaginar qué se siente cuando te quieren clavar 4 euros por una cerveza en un supermercado… Bueno, euros no, porque ellos siguen funcionando con coronas… ¿y sabéis qué? Les va genial.

Dormir en Noruega en un hostal-albergue normal cuesta de media unos 30 euros por noche en habitación compartida. Nada más llegar me emocioné porque en el aeropuerto había nieve (quién me iba a decir a mí que me iba a salir la nieve por las orejas un mes después). Y todavía me emocioné más cuando se puso a nevar por la noche… Ahora sé que eso no era una gran nevada, pero en ese momento lo disfruté, viendo caer los copos blancos como nunca lo había hecho.

Si en el supermercado una cerveza cuesta 4 euros imaginaos cuánto podía costar en un bar… por ese motivo, a parte de vivir a base de sandwichs cuatro días, no nos pudimos permitir salir por la noche a tomarnos nada… Como mucho nos metimos en el McDonald’s y la verdad, ¿quién paga 12 euros por un menú? Brutal. Erasmus noruegos… I’m so sorry, really, one of the worth cities to be an Erasmus!!!!!

Oslo es una ciudad muy bonita, llena de museos como la Galería Nacional donde se encuentra una de las copias más famosas del Grito de Munch, por ejemplo. Nosotros visitamos ese y el museo al aire libre de casas típicas noruegas. Precioso. También recomiendo coger un autobús y subir a lo más alto de la ciudad, donde está el trampolín de saltos, las vistas son geniales y tuvimos unas cuantas peleas con bolas de nieve.

El viaje a Noruega continuó cogiendo un tren hasta Bergen, 8 horas en el llamado ‘tren de los sueños’, con unos paisajes que para una humilde española de secano fueron latigazos, lo flipé tanto con la nieve noruega como con el desierto del Sáhara… Y Bergen merecía la pena, al menos por corretear entre las casas de colores de madera y porque desde allí podríamos coger el tren que nos llevaría hasta un autobús que nos llevaría (sí, fue complicado) a un barco que nos llevaría a los fiordos… ¿Y qué decir de los fiordos? ¿De Myrdal? ¿De Voss? ¿De Flam? Está todo sacado de un cuento de hadas, al menos de uno escandinavo, no tiene desperdicio, en serio. El pequeño recorrido del Sognefjord nos dejó con la boca abierta y medio congelados, porque os juro que me prometí estar en cubierta todo el tiempo y a los 20 minutos estaba en cabina congelada y eso que, atentos, llevaba la camiseta térmica, una camiseta, un polar, el chaquetón polaco de invierno y en las piernas tres pares de pantalones... ¡pero aún así el frío se nota! Luego cogimos el trenecito de Flam, que debe ser una pasada cuando no hay nieve y puedes bajarte para ver las cascadas (congeladas cuando nosotros fuimos) y ya por la noche volvimos a Oslo en un tren nocturno para regresar a Wroclaw por la mañana.

Y como siempre, cuando vimos Olowek sonreímos, porque volvíamos a estar con nuestra familia Erasmus.

En fin, el próximo post Berlín, ciudad futurista a la que tengo que volver, me encantó. A veces parece todo un sueño, ahora estoy escribiendo esto desde el aeropuerto de Katowice… esperando mi vuelo hacia Barcelona. Y es tan raro todo… Tan raro como lo fue despedir uno por uno a mis amigos de Olowek cuando se fueron marchando hacia sus casas durante la última semana. He sido de las últimas en abandonar el barco y no me ha gustado mucho la experiencia.